—SEGUNDA ENTREGA— REFLEXIONES SOBRE LA 37ª MUESTRA NACIONAL DE TEATRO EN SAN LUIS POTOSÍ

El 17 de mayo de 2015, la compañía El Rinoceronte Enamorado de San Luis Potosí, cumplió veinte años de labor artística, en ese momento creímos necesario realizar un corte de caja que objetivamente nos dijera dónde estamos parados y visualizara la trayectoria recorrida. Fue entonces oportuno recordar que ese mismo mayo de 2015, representaba también la suma de cuarenta años en las tablas de Jesús Coronado, director artístico y general de la compañía, lo que arroja como primer saldo de memoria que la historia del Rino, se ha venido escribiendo desde antes; y todavía más atrás, pues nos sentimos herederos de la irrupción en los 70´s del teatro independiente, y sus precursores, fundamentado en una poética que confronta la realidad del momento que se vive.

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Lo anterior cobra una dimensión particular cuando se vislumbra que San Luis Potosí es el lugar donde se enclava nuestro proyecto artístico, uno de los estados católicos y conservadores del centro del país donde se manifiestan múltiples contradicciones. La ciudad capital, es un crisol de líneas divergentes que van de un pensamiento aristocrático (proclive a un clasismo de alcurnia que perdura hasta nuestros días) a ideas anarquistas. El teatro, como fenómeno que pone en evidencia la realidad, ha sido escenario de esta condición conflictiva; en ese contexto, somos reflejo y constancia de un teatro que sucede por el tesón (que para algunos llega a ser terquedad), fuera de las líneas institucionales y del discurso imperante desde los escritorios. Como lo decía el querido Enrique Ballesté: “Los que hemos tenido proyecto somos nosotros; y lo seguimos teniendo porque no estamos aquí por seis años”.

Cuando se acuñó el concepto Independiente tanto en Latinoamérica como en nuestro país, se refería a mantener una posición de distancia frente al Estado y la Cultura hegemónica, con opiniones propias; sin embargo fue utilizado peyorativamente, al punto en que se acusa a los artistas y trabajadores de la cultura de perder su independencia por gestionar recursos financieros del Estado. Buscando un término que nos defina mejor hemos adoptado el de autónomos: “quienes se gobiernan así mismos”. Entendemos la autonomía como la capacidad de planear y solventar un proyecto autogestivo, más allá de los vaivenes sexenales, de las modas artísticas o los vasallajes culturales; cimentado por su capacidad de creación artística, y siempre en relación con un público que lo verifique y confronte críticamente.

A lo largo del tiempo, hemos perseguido ser congruentes con estas premisas autoimpuestas; no ha sido fácil en medio de un país y un constructo social que fustiga la crítica y más aún la participación en la vida política desde una perspectiva alterna al canon imperante. Así pues, cuando nos propusimos ser dueños de nuestra sede, fue bajo la proposición Marxista de “apropiarnos de los medios de producción, para emancipar nuestro quehacer”. Y lo hemos hecho. Hemos dignificado culturalmente las palabras Zapatistas (las de Emiliano) al plantearnos dialécticamente que “el Teatro es de quien lo trabaja”. Por ello, cuando hemos sentido la amenaza latente de aquellas posturas que dirigen los destinos de la vida cultural hacia lo errático o en dirección a cancelar la participación de una comunidad en la toma de decisiones; no hemos dudado manifestar nuestro desacuerdo.

Lo sabemos bien, dice el dicho que “el León cree que todos son de su condición”, por ello cuando nos hemos decidido a confrontar estos modos de ver y operar negativamente lo que deberían ser las políticas públicas del sector, no falta quien nos tilde de aprovechados, de grillos, de tercos quejumbrosos.

Al margen de ello, cuando empezó a correr el rumor de que en nuestro Estado se realizaría este año la 37 Muestra Nacional de Teatro (MNT), y pensamos que no tenía sentido traer esa fiesta del teatro nacional a nuestro terruño por tercera vez en una década, nuestras alarmas nos llevaron a pensar que sería bueno preguntarnos colectivamente sobre su pertinencia. Lanzamos entonces una consulta con el medio teatral potosino, que como cualquier otro, es disímbolo y complejo; y así fueron sus respuestas: unas, las más, plagadas de emoción por recibir a ese nicho del teatro mexicano en nuestra ciudad; otros pocos con un rechazo contundente: “¡No a la Muestra!” y algunos, todavía menos, con preguntas hacia el trasfondo y las implicaciones para la vida teatral potosina. En un ejercicio de responsabilidad que nos alejara de la rumorología, hicimos las correspondientes solicitudes de información pública al respecto de la realización de la 37 MNT; entonces pudimos saber que tendrá un costo global de seis millones de pesos, de los cuales la entidad aporta el 50%; se trata de una relación financiera natural entre Federación-Estados que pareciera no ser onerosa ni superflua. Pero si nos detenemos a pensar que la inversión para la creación escénica durante este 2016 por parte del Gobierno del Estado es infinitamente menor a la referida, nuestra perspectiva debería cambiar. No obviemos que las actividades impulsadas en el sector durante el presente año (Encuentro Estatal de Artes Escénicas en espacios no convencionales y el Programa Nacional de Teatro Escolar) se realizan con recursos federales.

Ya que es el amor a nuestro oficio lo que mueve nuestras armas; soñemos un poco: lo que más debiera importarnos como gremio artístico y, en sintonía, a nuestras autoridades culturales es fortalecer la creación artística, fomentar la profesionalización, generar fuentes de trabajo y crear públicos.

Sigamos soñando: con los tres millones de pesos que brinda el Estado (sin contemplar la aportación Federal) se podrían pagar 150 funciones a $20,000.00 c/u para darle movilidad a la producción de los grupos locales; o en función de verdaderamente potenciar la creación artística se podrían financiar 12 puestas en escena con los creadores de la entidad asignándoles $250,000.00 a cada una con el compromiso de que realizaran temporadas de 15 o 20 presentaciones, que en suma apoyarían la animación cultural hacia los destinatarios principales: la sociedad.

Si como afirman las autoridades (con ese dejo colonial), el asunto es que “veamos el mejor teatro que se realiza en el país”, con esa cantidad se podrían traer al menos 30 compañías de toda la nación para que cada una de ellas realizara tres presentaciones y compartiera con el público y la comunidad artística sus procesos de creación; o, si en todo caso el fin fuera la formación profesional, se podrían contratar maestros para que impartieran 6,000 horas clases pagando cada una de ellas a $500.00…

Y si realmente nos pusiéramos serios, se podrían articular todos estos ejes de acción en un proyecto integral, y así darle un uso decente a nuestros impuestos.  Visto desde esta óptica, los recursos económicos que ahora en San Luis Potosí se desvían de su aplicación prioritaria no van a ser retransferidos a actividades más sustantivas en consecuencia a esta reflexión. Más aún, la política financiera en nuestra entidad, contradice el discurso del propio Gobernador quien insiste en que la Cultura es y será una prioridad en su administración, cuando recientemente el Secretario de Finanzas local declaró públicamente que los recortes presupuestarios impuestos desde la Federación, tocarán entre otros igualmente sustantivos, al sector cultural en el 2017. Cabe preguntarse: ¿qué se pretende reducir de la asfixia presupuestal con que este año ya opera la Secretaría de Cultura?

El problema radica en que la distancia entre autoridades y ciudadanía se vuelve cada vez más abismal; en todos los ámbitos de la vida social se impone el autoritarismo. En las artes y la vida cultural se replica el esquema: los funcionarios deciden por los artistas sin permitir su participación en la toma de decisiones y el diseño de las políticas públicas. Cabe entonces hacer más preguntas torales: ¿por qué el maravilloso (arquitectónicamente hablando) Centro de las Artes de SLP está tan enfrascado en promover eventos, cuando dentro de su ámbito de competencia (la formación artística) hay temas prioritarios como el desplome de su población estudiantil inscrita, que en tan sólo un año se ha reducido a la mitad? (dato igualmente brindado por la Unidad de Transparencia de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Estado).

¿Acaso no resulta lógico y elemental que pongamos sobre la mesa del diálogo público estas y otras preguntas? Ante lo evidente, no deberíamos guardar silencio. Y por ello seguiremos diciendo lo que sentimos, no lo que nos obligan a decir.

Por todo lo anterior hemos resuelto como un acto elemental de congruencia no participar, bajo ninguna dinámica, en esta 37 Muestra Nacional. Para quien entiende el ejercicio político como la suerte de las chapusas, es claro que no pueda ver la sinceridad de este cuestionamiento. Desterremos de una vez por todas de nuestro priísmo cromosómico el arraigo de la frase “el que se mueve, no sale en la foto”. Ante tal escenario, cabe hacer mutis, y que nuestro retiro pueda ser leído, si acaso, como el peor de nuestros errores.

Hay mucho más camino por recorrer y no importa cuán difícil o largo sea, aquí hemos y seguiremos estando, haciendo lo propio. Como la Trilogía que los últimos dos años nos ha mantenido ocupados: tres reescrituras de Rey Lear en un ejercicio colectivo, donde Cordelia nos recuerda que el corazón vale más que las palabras y justo por ello, estas no deben caer en esa condición tan común y tan presente de elogiar hasta lo que más se detesta con tal de conseguir la canonjía.